El mito de la caverna
Imagina una cueva, no una de esas con estalactitas molonas, sino una húmeda, oscura y con un tufillo a moho que te hace arrugar la nariz. Dentro, hay un grupo de personas encadenadas desde que nacieron, mirando una pared como si fuera la pantalla de un cine... pero sin palomitas ni refresco. Están atados de tal forma que solo pueden ver sombras proyectadas en la pared por una hoguera que arde detrás de ellos. Estas sombras son lo único que conocen, así que para ellos, son la realidad. Si aparece la sombra de un perro, piensan: "¡Joder, qué chucho más real!", y si pasa la sombra de un coche, discuten si es un "todoterreno" o no.
Detrás de ellos, hay unos "titiriteros" (piensa en unos listillos con marionetas cutres) que sostienen objetos frente a la hoguera para proyectar esas sombras. Estos tíos son como los productores de un reality show de mala muerte, manipulando todo para que los prisioneros crean que las sombras son la caña. Los prisioneros, pobres, hasta tienen discusiones acaloradas sobre qué sombra está más de moda esa semana.
De repente, a uno de los prisioneros, llamémoslo Pepe, lo liberan (seguramente porque se quejó del pestazo de la cueva). Lo sacan a rastras al mundo exterior, y el pobre Pepe está cegado por el sol, como cuando sales de un bar de copas a las tantas y te das cuenta de que olvidaste las gafas de sol. Al principio, está en plan "¡¿Qué coño es esto?!", porque ve árboles, ríos y un cielo que no es una pared con moho. Todo es demasiado real, demasiado colorido, como si alguien hubiera subido el brillo de la realidad al máximo.
Pepe, tras un par de crisis existenciales y un cursillo rápido sobre el mundo real, vuelve a la cueva para contarles a sus colegas que las sombras son un timo, que hay un mundo alucinante ahí fuera con luz natural (vale, quizá sin Wi-Fi). Pero, ¡sorpresa! Los otros prisioneros pasan de él. Es más, se cabrean y le dicen: "¡Cállate, Pepe, que estamos viendo la final de 'Sombras Got Talent'!". Incluso amenazan con darle un sopapo si sigue con sus historias de locos sobre "el sol" y "los colores".
Razona
Verás, a veces nos aferramos a nuestras sombras favoritas (o sea, ideas preconcebidas, redes sociales o esa serie que no sueltas ni a tiros) y nos negamos a ver la realidad, aunque sea más guapa y huela mejor". La moraleja es que salir de la cueva mola, aunque sea un coñazo al principio... y aunque te ganes un par de broncas de los que prefieren quedarse viendo sombras.
Sócrates relata la historia del mito de la caverna a su hermano Glaucón como parte de su diálogo en el libro VII de "La República" de Platón. Nosotros la hemos puesto nuestra pequeña chispa de genialidad, eso si, con el permiso de Platón